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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Avanza el plan alemán para el euro.

En un intento desesperado de evitar el colapso de la zona euro , los europeos podrían triplicar -y quizá quintuplicar- la capacidad financiera del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF). Esa medida debería inscribirse en el marco de una estrategia mucho más amplia piloteada por Alemania para salir de la crisis de la deuda lo antes posible.

Reunidos anoche en Bruselas, los ministros de Finanzas de los 17 países de la eurozona decidieron ampliar en forma considerable la capacidad de "palanca" del FEEF, según afirmó el presidente del grupo, Jean-Claude Juncker. Los funcionarios también plantearon la posibilidad de pedir más ayuda al Fondo Monetario Internacional ( FMI ).

Considerado uno de los principales instrumentos para ayudar a los países en dificultad, el FEEF no consiguió hasta ahora ser dotado de fondos suficientes para asumir el rescate de países de gran peso económico, como Italia.

"La ampliación del FEEF es una buena noticia. Por fin, Alemania dio su autorización", ironizó el economista Marc Fiorentino, en alusión a un secreto a voces: toda medida que se toma en Europa para resolver la crisis se decide en Berlín.

Oficialmente presentada como una estrategia de salida de crisis piloteada por Berlín y París, la hoja de ruta que terminará por imponerse a los 27 miembros de la Unión Europea (UE) es 100% made in Germany. Ese programa debería ser presentado al resto del bloque el 9 de diciembre, en la próxima cumbre de Bruselas.

Por su parte, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, solamente se limita a acompañar, intentando con bastante frecuencia una tímida resistencia a ciertas exigencias de la canciller alemana, Angela Merkel.

Oficialmente, el objetivo de Berlín reside en obtener una revisión limitada del artículo 126 del Tratado de Lisboa, que establece el pacto de estabilidad y crecimiento. En otras palabras, que fija los criterios de deuda pública y déficit para cada país del bloque: 3% de déficit del PBI y 60% de deuda soberana.

Cansada de la "indisciplina de los países del sur de Europa ", Alemania pretende una redefinición radical de la zona euro que fuerce a una mayor integración económica, presupuestaria y fiscal a muy corto plazo. Esto, sin pasar obligatoriamente por la modificación "lenta y fastidiosa" (porque generalmente exige una aprobación parlamentaria o popular en cada país) de los tratados europeos.

Ese proyecto establece también un poder de control supranacional sobre los presupuestos de los Estados miembros de la eurozona por parte de la Comisión Europea (CE): una pérdida evidente de soberanía que seguramente se enfrentará con el rechazo de varios países de la UE.

Merkel terminó por convencer a Sarkozy la semana pasada de proponer una reforma del Tratado de Lisboa. Entre bambalinas, sin embargo, los equipos intentan crear herramientas más flexibles y fácilmente activables, como un tratado intergubernamental que salga del marco comunitario o acuerdos bilaterales, en caso de que varios países de la UE decidan no aceptar los cambios.

En esa óptica, se están estudiando varios modelos, aunque uno de ellos cuenta con las preferencias: el denominado modelo "de Prüm". También se lo define como "Schengen III", pues se basa en un tratado firmado en 2005 entre siete países (que son ahora 10), fuera del marco comunitario, pero abierto a todos los miembros de la UE interesados, que estableció la libre circulación de las personas entre las naciones signatarias.

Según la versión oficial, todos los socios del bloque que lo deseen podrán incorporarse a ese nuevo "pacto de estabilidad". No obstante, numerosas fuentes cercanas a ambos gobiernos afirman que Berlín quisiera limitar la participación a la media docena de países de la eurozona que disfrutan de la preciada nota triple A (Alemania, Francia, Finlandia, Holanda, Luxemburgo y Austria). Aunque no participe del euro, a ese grupo podría sumarse Gran Bretaña, si así lo deseara.

Con algunas reservas y a pesar de que llueven las desmentidas, tanto Francia como Holanda y Finlandia parecen estar de acuerdo con ese principio. En la práctica, ese método establecería de facto una Europa a dos velocidades, con una moneda a geometría variable: un euro triple A, que contaría con el interés de los mercados, y un euro simbólicamente devaluado.

Pero Bruselas rechazó de inmediato "una medida que puede conducir a fragmentar la moneda única en varios grupos". "El objetivo es preservar la unidad de la eurozona. Es obvio que toda propuesta debe estar dirigida a alcanzar ese fin", dijo Amadeu Altafaj, vocero del comisario de Asuntos Económicos de la UE, Olli Rehn.

Queda por el momento sin resolver la cuestión de la ampliación de atribuciones del Banco Central Europeo (BCE) y la medida reclamada por todos: la emisión de eurobonos, a fin de mutualizar la deuda de los países en dificultad. A ambas medidas, Berlín sigue diciendo "nein".

La CE propuso tres tipos diferentes de eurobonos. A esas hipótesis se agregó esta semana una nueva idea: los llamados "bonos de elite", supuestamente emitidos por los países de la eurozona con nota triple A. Una vez más, Berlín se apresuró a vetar la idea.

El rechazo no proviene solamente de Merkel, sino también de los miembros de su coalición, cada vez más reacios a poner la mano en el bolsillo para financiar a Europa. "Nunca aceptaremos ningún tipo de eurobonos. No importa cómo sean. No me interesa si son azules o rojos, si se llaman «bonos de elite» o «James Bonds»", aseguró Christian Lindner, secretario general de los Demócratas Liberales (FDP). Para Lindner, como para decenas de miles de alemanes, si el bloque asumiera la responsabilidad por los errores individuales, nadie se sentiría obligado a hacer esfuerzos.

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