La ruptura del euro sería una catástrofe.

Aunque sea como «una demostración de hasta qué punto es imposible e impensable», la mención del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, respecto al coste de la desaparición del euro y la ruptura del mercado único ilustra hasta qué punto es grave la situación. En un discurso pronunciado el miércoles por la noche en Berlín, Barroso dijo que el eventual fin del proyecto comunitario tendría un coste inicial del 50% del PIB, Alemania se contraería por lo menos un 3% y perdería un millón de puestos de trabajo si se redujera el número de países que hoy forman parte del euro.

Las palabras del presidente de la Comisión iban dirigidas a la opinión pública alemana, cada vez más reticente a ejercer el papel de contribuyente-salvador de las economías dispendiosas, sino, sobre todo, para atajar las teorías que se mencionan cada vez con más frecuencia sobre la división de la zona euro o la expulsión de alguno de sus miembros como Grecia y que han sido desmentidas, incluso por la propia canciller alemana Angela Merkel: «Durante meses, desde el principio de la crisis de deuda del euro, Alemania solo ha tenido un objetivo, que es conseguir la estabilización de la zona euro en su forma actual», dijo ayer en respuesta a los rumores de la formación de un directorio franco-alemán que supuestamente supondría la expulsión inicialmente de Grecia de la moneda única. Después de una reunión ayer con el presidente rumano, Traian Basescu, reafirmó su convicción de que «la zona euro es capaz de recuperar su plena credibilidad, incluso en todos y cada uno de sus países» a pesar de la crisis de la deuda soberana.

Al presidente francés, Nicolas Sarkozy, se le atribuyen, sin embargo, otro tipo de ideas, que incluyen una mayor integración de la zona euro y una reducción del compromiso político en el conjunto de la UE, que así podría ampliarse hacia el resto de los Balcanes e incluso el Cáucaso. En un discurso ante un auditorio de estudiantes en Estrasburgo, el francés expuso su visión sobre un Europa a varias velocidades: «Somos 27, es evidente que tenemos que abrirnos a los Balcanes. Seremos entonces 32, 33, 34, me imagino que nadie piensa que el federalismo, la integración total, es posible con 33, 3 o 35 países. Habrá dos velocidades europeas, una hacia más integración en la zona euro y una velocidad confederal en la Unión Europea», cuyo horizonte ha llegado a ofrecer a países como Georgia o hasta Rusia.

La portavoz de la Comisión, la danesa Pia Ahrenkilde, quiso justificar la vehemencia de las palabras de Barroso al mencionar el coste de la ruptura de la zona euro porque «es muy importante no aceptar divisiones en el seno de nuestra Unión, incluso si la zona euro puede y debe avanzar con una integración más profunda». La pequeña polémica en Bruselas ha surgido del hecho de que se trata de cifras que no han sido elaboradas por la propia Comisión, sino por una poderosa entidad aseguradora alemana, «Allianz», que tiene intereses gigantescos en que pare cuanto antes la cascada de contagios de la crisis de la deuda.

Una Unión divida no funcionaría y crear la idea de que tenemos dos Uniones significa la separación de los miembros de la eurozona respecto a los que todavía no han entrado en el euro», según Ahrenkilde, que recordó que «es una obligación para todos los países miembros de la UE, excepto Gran Bretaña y Dinamarca», no una opción a la que los países que todavía no forman parte del euro puedan o no optar libremente.

Fuente: ABC Economía